Finalmente,
Ricardo Jaime consiguió que la Cámara Federal resolviera su eximición
de prisión en la causa que lo juzga por administración fraudulenta en el
ferrocarril Belgrano Cargas. Hacía una semana que el ex secretario de
Transporte estaba prófugo, y condicionando su presentación ante el juez
Bonadío a que se resolviera su inmediata excarcelación. Para salirse con
la suya, Jaime consiguió el ‘milagro’ de permanecer en el país (y
probablemente en lugares conocidos) sin poder ser encontrado, ni por la
policía, ni por ninguno de los aceitados servicios del Estado. En
beneficio del artífice del vaciamiento ferroviario, el gobierno hizo del
país una verdadera zona liberada.
Mientras tanto, los K operaban
activamente para asegurar su libertad: “Para ello, Jaime tuvo la ayuda
del auditor general de la Nación Javier Fernández (quien) intercedió
ante la Cámara I para agilizar los trámites” (Perfil, 20/7). Entre otras
cosas, Fernández se aseguró de que estos camaristas -con lazos fluidos
con el gobierno- fallaran antes que la causa fuera trasladada a la
Cámara II, con resultados más inciertos.
Azuzada por este agente del gobierno, la
Cámara I se expidió en tiempo récord. Pero no sólo ello: en su
resolución, califica la decisión del juez Bonadío de mandar preso a
Jaime como “injustificada”, “gratuita” y “arbitraria”. A partir de este
fallo, los abogados defensores de Jaime estarían preparando un juicio
político contra Bonadío, en la línea de hacer caer las acusaciones
contra su defendido.
Para determinar la prisión de Jaime,
Bonadío esgrimió, entre otras razones, la existencia de veinte causas y
cuatro procesamientos en su contra -entre ellos, el que tiene que ver
con la masacre de Once-, y aludió también a sus vínculos con el
gobierno.
Por esos lazos, Jaime seguirá gozando de
su libertad. Pero el episodio de estos días desnuda, por sobre todas las
cosas, al gobierno que lo apaña. Randazzo podrá levantar humo con sus
“críticas” a la gestión ferroviaria de estos años. Pero el gobierno
trabaja intensamente en proteger en todos los planos a sus responsables.
El triángulo corrupto de empresarios, funcionarios y burócratas
sindicales no está roto, como lo demuestra la presencia de Roggio,
Cirigliano o Romero en distintos estamentos del negocio ferroviario. El
gobierno sigue poniendo todos sus recursos para poner a salvo el
entramado que condujo al crimen de Mariano Ferreyra, a la masacre de
Once y a todos los desastres ferroviarios.
Cárcel a Jaime, fuera los vaciadores del ferrocarril.
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